05 agosto 2015

Y CUANDO MUERA ...QUÉ


Por Core

El día 02 de agosto nos enterábamos de una noticia en España, capaz de remecer los temores más profundos de un artista al obligarnos a plantearnos la pregunta... y ¿cuando muera, qué?

Un tesoro artístico se vendía entre una pila de cosas descartadas por alguien, en un mercadillo de Barcelona. Se trataba del archivo personal de Albert Ràfols-Casamada y María Girona tirados por el suelo, y mezclados con revistas y papeles viejos. 
Así aparecieron cartas, lienzos, libros y fotos del pintor y poeta Albert Ràfols-Casamada y su mujer María Girona en un puesto del mercado de los Encantes, en Barcelona. 
Ante semejante hallazgo, un coleccionista particular compró parte del lote por unos 1000 euros. El vendedor había comprado todo el material en una subasta por 2.440 euros. Y al tener conocimiento de ello la directora de la Biblioteca de Catalunya, se personó en el puesto y logró detener la venta de otros dos lotes. Todo haría presumir que la familia decidió desocupar la casa donde moraban el artista y su esposa y no encontraron mejor opción que rematar todo junto, sin considerar que esas "pertrechos viejos" sean de interés cultural para el país.

Albert Rafols-Casamada  no era cualquier pintor, se trataba de un Premio Nacional de las Artes Plásticas de España y académico honorario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Nació el 2 de febrero de 1923 en Barcelona, España y falleció en el 2009.  Vivió muchos años en París, junto a su esposa, la pintora María Girona con quien retornó a vivir sus últimos años en España.

Cuántas veces se ha hecho usted esta pregunta: ¿alguien tendrá interés en preservar mi legado? ¿quién custodiará mis obras? ¿quién cuidará con esmero lo que por años fui coleccionando con tanta pasión? Apuntes, manuscritos, bocetos, cada objeto de la casa es parte de la historia del artista. El legado de cuantos artistas sin herederos se desperdicia en el olvido. También sabemos con dolor de aquellos que sí tienen hijos o sobrinos pero sin un ápice de interés en el arte ni en el creador.

La lógica nos lleva a resolver que en vida tomemos las decisiones que otro no podrá hacer por nosotros. Dejar un testamento no significa que esperemos un pronto deceso, como también, dejar por escrito nuestra última voluntad no nos garantiza que se cumplirá, y créanlo, esto sucede a menudo.
Si la muerte no nos sorprende distraídos y de improviso, es mejor ceder nuestro valioso patrimonio, es decir: sea pequeño o grande, sea el viejo boceto o la obra más preciada a alguien que realmente nos aprecie y lo aprecie. Mientras podamos hacerlo con nuestras propias manos, tendremos el gusto de ver rostros de felicidad al recibir nuestro legado. Sólo así estaremos seguros que nuestro patrimonio tendrá el destino que hemos elegido nosotros mismos.
Como artistas siempre aspiramos que hasta el último detalle sea fiel a nuestra idea. No permitamos que esta parte importante de nuestro paso por el mundo, lo diseñe otro por nosotros.




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